Tú te comprometiste
a guardarme fidelidad
en nombre del amor que sentíamos
y del sagrado vínculo que nos unió.
No me correspondiste,
a mi, que tanto amor te di,
y ahora estás en otros brazos
dando, lo que no me das a mí.
Y es por eso que reclamo
lo que en ley me corresponde,
y por ello te conjuro,
por los olas de la mar,
que no me traiciones nunca,
que recuerdes tu promesa,
que recuerdes tu promesa,
y si a esto no atendieras,
que tu miembro vieras,
como una flor marchitar,
como se consume y derrite
como la sal de la mar,
cuando otra agua lo moja,
convirtiéndose de nuevo,
en agua de mar.
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